domingo, 3 de febrero de 2008

Recordando al Profesor Zitarrosa en un reportaje del año 1982...

En un fin de semana bastante melancólico me he dedicado sobre todo a repasar materiales antiguos y encontré entre otras cosas, la revista "Humor" argentina, de agosto 1982, período de plenas dictaduras militares en ambas márgenes del Plata, pero -detalle importante y que se nota - con posterioridad a la derrota argentina en la Guerra de las Malvinas. La muerte del tristemente célebre "Plan Cóndor" que ese episodio trajo aparejada -así dicen al menos ciertos historiadores- y el tono de apertura política son evidentes a lo largo de toda la publicación.
Digo esto para situar al lector en un cierto contexto, pues, desprovisto de él, cualquier episodio podría perder, o adulterar, su significado.
El reportaje a transcribir aparece en las páginas 62 a 65, pertenece al periodista argentino Carlos Ulanovsky, con fotografías de Marta Merkin y se titula "Alfredo Zitarrosa: cantor a pesar suyo". Salvo error u omisión, la única libertad que me tomo es la de poner en cursiva las respuestas de Zitarrosa, para diferenciarlas claramente a lo largo del texto, corrigiendo asimismo ciertos pequeños errores tipográficos.
“¿Qué pasa cuando el entrevistador no simpatiza con el entrevistado?
Ello ocurrió cuando le entregamos la tarea a Carlos Ulanovsky: un reportaje al más sólido y afamado cantor popular que haya dado el Uruguay, fuera de Julio Sosa o Gardel, si es que algún día se confirma la identidad oriental del troesma. Parece que al periodismo argentino no le cayó bien la extraña personalidad del oriental exiliado en Méjico. Y ello tal vez se refleje en las páginas que vienen.
Alfredo Zitarrosa Iribarne (curiosa mezcla de milanés y vasco), de 46 años, ex estudiante de abogacía, ex alcohólico, ex locutor, ex periodista, nos recibió en su casa, ubicada al sur del Distrito Federal de la ciudad de Méjico.
Durante la charla, fumó varios de los sesenta cigarrillos que liquida por jornada, bebió tres litros de mate amargo, cantó dos tangos que usted no escuchará porque todavía “Humor” no habla, y - pañuelito al cuello, pelo abundante y lacio, reflexivo, duro- cumplió el papel que mejor le va: el de uruguayo.
-La idea es que, usted y yo, que somos dos personas que acabamos de conocernos, podamos pasar un buen rato, compartiendo algo de interés común. Le propongo que, a pesar de no mantener ni una corriente de afecto ni de admiración, demos al mundo un auténtico ejemplo de tolerancia, de respeto y de buen humor. ¿Qué le parece?
-Ojalá nos salga. Yo muy simpático no soy.
-¿Por qué no es muy simpático?
-Usted tampoco es muy simpático.
-No es cierto, yo sí soy simpático.
-Pero yo a usted no le caigo bien, por algo, ¿verdad?
-Tal vez, tal vez. ¿Usted por qué cree que no me cae bien?
-Ufff, puede ser muchas cosas. Yo soy un hombre público, y como tal estoy sometido a que circulen por allí versiones completamente distintas de mi persona, además de que, como ya le dije, no soy, ni muchísimo menos, un tipo simpático.
-¿Qué es ser simpático?
-El tipo entrador, que se sabe ubicar y trata de granjearse el afecto de la gente.
-¿Y esta autoadmitida falta de simpatía le trajo dificultades en la vida?
-Muchísimas. Yo podría haber alcanzado mayor eficacia en algunos niveles, como la política por ejemplo, de caer más entrador; la antipatía hace que uno se distancie de la gente. A esta altura creo que mi antipatía es timidez pura.
-Mire, para serle franco, usted no me cae bien. Pero, sin embargo, desde que me llegó el encargo de hacerle esta entrevista, me preparé para hacerla: escuché discos, pregunté mucho por usted a gente que lo conocía. En una palabra, como le dije antes, hice esfuerzos para que la pasáramos bien.
-Yo se lo agradezco. Yo he sido periodista y sé lo que es tener que ir a entrevistar a alguien que a uno no le interesa, y viceversa.
-Me decía al llegar que usted antes tomaba mucho alcohol...
-Sí, claro, era un alcohólico, un bebedor empedernido. Pero ahora dejé. Ya va a hacer un año. Y los primeros meses son terribles, verdaderamente uno se somete a una prueba dificilísima. Por tomar he llegado a tener alucinaciones espantosas. Fue en Australia, un episodio muy embromado de agresión a un compañero; confundí completamente realidad con fantasía.
-¿Qué tomaba usted?
-Fundamentalmente whisky.
-¿Cuánto llegó a tomar?
-Mi promedio era un litro diario. Durante muchos años, en especial desde que me exilé, mantuve un nivel de alcohol en la sangre, pero curiosamente nunca llegaba a la borrachera. Tomaba regularmente, desde que me levantaba hasta que volvía a dormirme, reenganchándome a la mañana siguiente.
-¿Alucinó alguna vez arriba de un escenario?
-Afortunadamente no, porque siento que la canción es algo que me concreta, aunque a la hora de cantar no sólo soy un cantante.
-¿Y qué otras cosas más es?
-Soy también un exiliado, un padre de familia, un preocupado hombre de Latinoamérica y soy, fundamentalmente, un uruguayo.
-¿Usted tiene sentido del humor?
-Sí, tengo. Y me gustan los buenos humoristas.
-Algunos argentinos piensan, con no poca carga de insidia, que el uruguayo es triste, solemne, cara fruncida. ¿Es cierto esto?
-Claro, no se puede generalizar, pero yo soy así y soy uruguayo. Yo, más bien que todo eso, diría que el uruguayo es provinciano. Es un problema de identidad: el Uruguay existe porque existimos nosotros. Volviendo a lo que me preguntaba, me gustan humoristas como Wimpi, el humor de Don Verídico, por ejemplo, me cabe. No me cabe, en cambio, la grosería. Además de sentido del humor, o más aún, disfruto y padezco de un muy agudo sentido del ridículo. Esa también es una de las razones de mi agresividad.
-¿De qué parte del Uruguay es usted?
-Yo soy montevideano, pero criado en el campo.
-Una buena cosa que puedo decirle es que yo amo Montevideo. No fui tantas veces en mi vida, pero cada visita la asocio a hechos gratos de mi vida. Lo asocio con tres amigas que tenía, que me invitaron un par de veces. A propósito, ¿usted cree que existen diferencias sustanciales entre la mujer uruguaya y la mujer argentina?
-La mujer uruguaya es más integral, más compacta. La mujer argentina es más superficial...
-¿Se refiere usted a lo moral?
-No, me refiero más a lo estético que a lo ético. Usted habla con una muchacha de barrio montevideana...
-¿De qué barrio?
-De La Unión, del Cerrito de la Victoria o de La Teja y verá que la uruguaya es más rea y más auténtica, o si usted lo quiere, más auténticamente rea que la argentina. La pebeta porteña está más cerca de la televisión, de la cosmética. Pero eso no entraña un juicio de valor, a mí me encantan las porteñas. Más que las montevideanas: por lo menos para verlas. Me casé con una uruguaya.
-¿Cuántos hijos tiene?
-Tengo dos chiquilinas, la más chica de 8 y la más grande, de 12, que es la que estuvo aquí ahorita.
-¿Cómo se siente diciendo “ahorita”?
-Me siento muy incómodo, pero me di cuenta de que hay que emplearlo porque el “ahora” en Méjico no significa nada. Una distinta concepción del tiempo. Para quienes pasamos los 40 es fundamental dejar claro que nos estamos refiriendo a este momento y no a otro.
-¿Cuántos años tiene, ahorita?
-46.
-Yo recuerdo muchas cosas de Montevideo, su rambla, su color extrañamente amarronado, su fuerte aroma a tabaco, la adustez de su gente, los chivitos. Usted, ¿qué es lo que más extraña?
-Se extraña todo, pero de la ciudad lo que más extraño es la rambla y algunos fragmentos del Barrio Sur.
-¿Cuáles?
-La placita... caray... me olvidé del nombre de la plaza. Tendría que escuchar la canción “ya nadie me espera en la plaza”. Extraño el olor a creolina de la fábrica de enfrente. Viví durante un período de mi vida en una bohardilla, justo enfrente de esa placita, al costado del Cementerio Central. ¿Cómo se llamaba esa placita? Extraño el paseo diario a la costa, me hacen falta los árboles de todo el Uruguay, los paisanos nuestros, los gallegos de los boliches, los resultados de la quiniela, Peñarol, todo me hace falta.
-¿Cuándo se fue de su tierra?
-El 9 de febrero de 1976. Primero fui a la Argentina, después salí para España y al fin me instalé en Méjico.
-¿A quien votó la última vez que votó?
-Voté al FIDEL, voté a la lista 1001 del Frente Amplio.
-¿Cuál es el momento de su vida que no quisiera volver a pasar?
-Mis alucinaciones del año 81.
-¿A quién juró no volver a ver nunca más en la vida?
-A nadie.
-¿Qué canción le gustaría no tener que volver a interpretar?
-“Adagio a mi país”.
-A su juicio, ¿qué es lo peor de la nostalgia?
-Que lo demora a uno, lo aquieta, le hace perder el tiempo. Es casi una droga, porque también a la nostalgia uno se aficiona. Como indudablemente se encuentra cierto regoce en esa evocación perpetua, uno se sienta a descansar en la poltrona de la nostalgia.
-¿Usted lo experimentó?
-Muchísimo.
-¿Y cómo hace para levantarse de ese sillón?
-Recurro a mi cabeza. Me invento cosas, como coleccionar caracoles marinos; empecé hace poco, he tenido que informarme cómo es la vida de estas especies de alta mar. También me hace bien estudiar y fundamentalmente estar activo, trabajar.
-¿Cuántos litros tiene ese termo de agua para mate?
-Un litro y medio.
-¿Cuántos se echa por día?
-Dos.
-¿Podía haber sucedido que en este exilio usted prescindiera del mate?
-No, de ninguna manera. Yo no podría vivir sin mis cosas del Uruguay. Tengo colecciones de fascículos, hasta una pelota de fútbol, los discos uruguayos, la correspondencia firme con mis amigos queridos de allá, una vez a la semana el diario “El Día”.
-Yo llamé a su casa para concretar esta entrevista, me atendió una secretaria, me advirtió que hablaba a la oficina del señor Alfredo Zitarrosa. En fin, ¿cómo definiría su oficio actual? ¿De qué le diría que está trabajando a un compatriota uruguayo?
-Estoy trabajando de cantor popular, exiliado. Y el hecho de tener una secretaria obedece a la necesidad de atender a la gente correctamente, ya que en las horas en que más llamados recibo, es también la hora en que trabajo en mis cosas o ensayo.
-¿Qué reproche le haría, a esta altura, a la canción de protesta?
-Primero, haberse autotitulado vanguardia. Muchos de los cantores de protesta no supimos ocupar el lugar apropiado en el momento preciso. Las empresas discográficas convirtieron a esos materiales en un producto de curso corriente, que estuvo de moda y que se vendió muy bien, sin olvidar que también fue un tipo de música que acompañó ciertos procesos. Macaneó mucho la canción de protesta, metió la pata varias veces, se emboscó sola, se dejó emboscar y de hecho le costó reconocer que nunca una canción será la vanguardia de un pueblo.
-Gardel, ¿fue un cantor de protesta?
-Todo cantor popular ha sido un cantante de protesta.
-¿Alguna vez le dijeron que tiene un aire físico a Gardel?
-Sí, varias veces. Una vez me lo dijo Onetti.
-¿Le gustó?
-No, me molestó mucho. Porque admiro muy profundamente a Gardel.
-¿Qué no le gusta del Uruguay de hoy?
-Del Uruguay me gusta todo. Incluso lo malo. El país de la cola de paja, como alguna vez lo definió Benedetti. Aquel Uruguay que fue y que nunca volverá a ser; aquel Uruguay del no comprometerse más allá de lo razonable, el de la clase media adormecida, ése también es un país que amo.
-Los rioplatenses, ¿somos tristones?
-Sí. A lo mejor se debe a nuestros atardeceres: creo que nuestro carácter tiene que ver con esa forma de ser turbulenta y nostálgica de río que no canta, de río que pudo ser, del mar que no somos. Montevideo y Buenos Aires no están ni frente al mar ni frente al río, estamos frente a la vorágine y en la convergencia torturada de esos dos ríos que, de cualquier manera van al mar. Hemos desarrollado una psicología de tránsito.
-¿Quién es más triste? ¿El uruguayo o el argentino?
-Aunque no sé si valen las comparaciones, puedo decirle que el uruguayo es un pueblo reflexivo más que tristón. Además le digo algo: nos gusta estar tristes. Los mejores amigos, los más probados los hizo uno en la amargura, en la hecatombe, los conquistó en los momentos de mayor autoanálisis, de mayor congoja y cuestionamiento interiores.
-A su edad, ¿qué esperanza perdió para siempre?
-La del amor torrencial.
-Yo conocía la lluvia torrencial. ¿Qué es el amor torrencial?
-Es el mar de amor, en donde uno soñaría sumergirse. Estoy convencido de que ni yo ni nadie podrá zambullirse en ese mar, sin que antes se produzca una profunda transformación social.
-He escuchado en México muchos chistes sobre argentinos, no así sobre uruguayos. ¿A qué lo atribuye?
-Es que los uruguayos somos muy pocos.
-¿Le molesta que lo confundan con argentino?
-Sí, me molesta. Yo les aclaro que soy uruguayo uruguayo, porque conozco algún uruguayo notorio que dijo haber nacido en el medio del estuario para abrirse camino en la Argentina. Por eso, cuando alguien como yo, que luchó siempre para que argentinos y uruguayos seamos más rioplatenses, descubre que un uruguayo confunde los piolines, se molesta, aunque eso no quita que muchos argentinos sean uruguayos.
-¿Sintió alguna vez una hegemonía, o intento de tal, por parte de Argentina sobre Uruguay?
-Sí, cómo no: la zamba de Los Chalchaleros... No, fuera de bromas, siempre han sido muy cariñosos con nosotros. Aunque a veces sintamos que nos pasan la mano por la cabeza como diciéndonos: tranquilo, pibe, tranquilo. Y es lógico: ¿o acaso Uruguay tuvo alguna vez un campeón como Luis Angel Firpo? Los grandes pesos pesados uruguayos trabajan en la construcción o en los frigoríficos.
-La célebre garra charrúa, ¿existe?
-Desde luego que existe; no es un mito, sino algo reconocible y admirable.
-¿Me podría explicar de qué se trata?
-Es el vamos adelante de cualquier manera, el ganamos o ganamos.
-Cuando salió de su país y obligado a empezar de nuevo en otro, ¿se le pasó por delante lo de la garra charrúa?
-Yo nunca sentí la necesidad de ganar; en Méjico, como exiliado, he sido un bienvenido y eso suprime el desafío. Pero lo de la garra es real porque el Uruguay es un país chico que tiene cuatro títulos mundiales de fútbol.
-¿Le gustaría poder hacer en Montevideo una temporada como la que Mercedes Sosa hizo hace poco en Buenos Aires?
-No: nada de breves temporadas. El día que pegue la vuelta va a ser para quedarme allá.
-¿Se escuchan sus discos en Montevideo?
-Afortunadamente, se escuchan bastante.
-Usted, la difusión de sus discos, ¿están prohibidos?
-No se pueden comprar en las casas de discos, pero sé que se encuentran en las ferias, como la de Tristán Narvaja. Pero más allá de eso, la gente los hace circular, los copia, los comenta, los conserva. En 1976 hubo una prohibición expresa de tener los discos míos: en aquel momento mucha gente se vio obligada a desprenderse de ellos. En las radios tampoco se pasan, aunque hace poco recibí carta de alguien que había escuchado un disco mío por Radio Rural. Siento que si para los que me prohíben, mi música es un gran enemigo, yo estoy orgulloso.
-¿Qué sucedió la última vez que la muerte anduvo por sus libros?
-Yo ya estaba prohibido en Uruguay y un perro me salvó la vida avisándome que algo raro pasaba. Era un allanamiento, la muerte, que estaba de visita en esa casa de Las Toscas.
-Escuché otra canción suya, creo que se llama “Stephanie” y parece como si la protagonista fuera una prostituta. ¿Es así?
-Sí.
-¿Y no es una antigüedad dedicarle canciones a prostitutas?
-Sí, es un poco antiguo. Tal vez hasta a Agustín Lara se le podía haber permitido. Yo siento que esta canción, que además no es mala, aporta una visión diferente al tema.
-¿Existió?
-Sí, ella ejerció la prostitución en el Brasil y soñaba con volver a casarse en su país, Yugoeslavia.
-¿Tuvo relaciones con ella?
-No, sólo hablé.
-En el “Adagio a mi país” dice: En mi país, qué tristeza, la pobreza, el rencor. De esas cosas, ¿qué es lo que más resiente?
-El rencor más que la pobreza, porque hay una estética de la pobreza que nuestro pueblo desarrolla día a día. Una casa pobre es bella, si quien la habita tiene sensibilidad de lo bello y nuestro pueblo la tiene y la ejerce.
-En algunos sitios, como Méjico, es costumbre acompañar a quien se muere con música. Si el muerto fuera usted, ¿qué acompañamiento preferiría?
-Me gustaría un estilo, muy bien tocado en guitarra. Me gustaría Caito tocando “Guitarra mía”.
-¿Qué es mejor: cantor callado en tierra propia o cantor activo en país ajeno?
-Toda la vida esto último; por eso estoy exiliado.
-¿Le gustaría ser presidente del Uruguay?
-No, no tengo condiciones ni para ser vocal en el gremio radial en Uruguay. Incluso dije no cuando me quisieron incluir como suplente en una lista del Frente Amplio. Yo no tengo la capacidad necesaria para desempeñar un puesto público. Yo sólo sé leer y escribir.
-Y cantar.
-Cantar, más o menos.
-¿No canta bien?
-No puedo soportarlo a Zitarrosa. Nunca me escucho, salvo que lo haga en compañía de alguien que yo sé que disfruta de mis canciones. Ahí, puede ser, descubro algunos de sus méritos, pero no antes. Pero en general, detesto la música de Zitarrosa: es demasiado desgarrada, cruel, irritante.
-¿Y a quién sí le gusta escuchar?
-A Jussi Björling, un gran cantante sueco, ya fallecido. Y a Gardel.
-¿Está preparando un long-play de tangos?
-Sí, y es un disco para allegar fondos a nuestro grupo político, Convergencia Democrática. La decisión de grabar ese disco se tomó en el exilio, pero desde hace años me estaban pidiendo que lo hiciera, gente que piensa que yo debería cantar tangos y no milongas.
-¿Por qué tangos y no candombes?
-Porque para los objetivos del disco sabemos que uno en donde yo cante tangos se va a vender muy bien y además porque no hay muchos candombes cantables. El candombe es un género básicamente instrumental, más que nada una danza para que se luzca la percusión. Pero, para qué le cuento, ni tango ni candombe: si yo canto bien algo, eso es la milonga.
-¿Con qué milonga le gustaría regresar al Uruguay?
-Con una que todavía no se escribió.
-¿Podría volver, si lo quisiera, a su país?
-Supongo yo que podría regresar asumiendo ciertas responsabilidades políticas, que en este momento no sería prudente asumir. Yo estoy sin pasaporte desde el 76 y si lo pidiera ahora sería convalidar a la dictadura. Pero además, volver en tales condiciones, sería aceptar que puedo estar, pero quietito y sin cantar, probablemente internarme en un pueblito del interior e instalar un criadero de gallinas. Y eso no lo podría soportar. Por eso la respuesta a que si podría regresar a mi país, es no. Con los primeros exiliados volveré yo. Son unos 10 mil los exiliados y 500 mil los uruguayos que se han ido del país desde 1968, fundamentalmente por motivos económicos. De un dólar a 11 pesos que teníamos en el 67 (me acuerdo por que me compré una guitarra con 300 dólares que tenía ahorrados) hoy tenemos un dólar a 12 mil pesos.
-Y dígame, ¿cómo se imagina a un Zitarrosa simpático?
-Hasta es imposible imaginarlo. Mejor de lo que soy ya no podré ser nunca. Sin embargo creo que eso no me impide ser un buen tipo.
-¿Y en el escenario cómo es?
-Muy antipático, pero en ocasiones me franqueo con la gente, y le pido perdón porque canté mal, porque no estuve bien.
-Si finalmente creemos eso de que no le gusta Zitarrosa, todo aquel que paga por verlo y escucharlo cantar, es poco menos que un salame y usted se lo debe hacer notar desde el escenario.
-Eso es lo malo de la situación, es como decirle para qué está perdiendo su tiempo, por qué no se va. No debería admitirlo, pero es así. Lo que pasa es que yo no me quiero. Un tipo que fuma como yo fumo no tiene derecho a cantar
(Firmado) Carlos Ulanovsky.
Muchos, muchísimos, son los comentarios que tal reportaje me merece, tantos, que prefiero dejarlos para otra oportunidad...
Saludos a todos...
Federico Blixen (“Fedeguitarra”)